¿Liderar o dirigir con mentiras?

Por: Gonzalo Gómez-Betancourt, Director del Family Business Center, INALDE Business School, Colombia

Dirigir una organización es dominar el arte del liderazgo, pero se trata de un liderazgo basado en la verdad, la transparencia y la ética, valores que a veces no se encuentran en muchas organizaciones. El autor del presente artículo nos comparte unas interesantes e importantes reflexiones al respecto.

Durante los 19 años de ejercicio profesional como profesor de management en el INALDE, consultor de empresas y miembro de juntas directivas,  he conocido alrededor de nueve mil directivos, de los cuales he trabajado directamente con unos 160 grupos empresariales. A partir de esta experiencia debo reconocer que en el país existen lideres trascendentes, con todo lo que significa  esta expresión, personas que inspiran a los demás a alcanzar un propósito común basado principalmente en buscar el bien de clientes, proveedores, empleados, medio ambiente,  Estado y por supuesto los accionistas. No obstante, también he conocido directivos que se condecoran con logros inexistentes, con ideas futuras que “venden” al interior de la empresa, como si las estuvieran ejecutando y desafortunadamente muchos partícipes de la organización, con el ánimo de no entrar en conflicto con quien ostenta el poder, callan por no contradecir al director o gerente general.

“Mi compañía genera resultados positivos”

Voy a empezar este análisis con la mentira más clásica que rompe sustancialmente con el  liderazgo y la confianza: “Mi compañía genera resultados positivos”. Con bastante frecuencia muchos  gerentes hacen el denominado maquillaje financiero, dedicándole más tiempo a ver de qué manera convierten cifras negativas en positivas, en vez de mejorar la productividad con la búsqueda de otro nicho de mercado, o un nuevo producto que realmente arroje cifras positivas.

Cuando un gerente utiliza estas malas prácticas, es usual que se presente rotación del personal de contabilidad porque mientras para algunos contadores o revisores fiscales estas prácticas son comúnmente aceptadas, para otros con mayor ética profesional, es inaceptable prorratear  o activar gastos que no corresponden, que podrían mejorar la  posición financiera. Otro grupo de gerentes se centran  en mostrar las cifras en términos del indicador de gestión financiero  EBITDA, en inglés (Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation, and Amortization), que se ha convertido en un refugio para muchos, porque  no muestra la utilidad final de la compañía. A  quienes  utilizan este indicador de rentabilidad como algo indiscutible, les he dicho a manera de burla que podrían patentar otro indicador que mejoré aún más su gestión denominado el EBE (Earnings Before Everything), que traduciría ganancias antes de todo. Con esto, deseo abrir la mente frente al uso y abuso de los indicadores de gestión, ya que el accionista recibe su contribución a partir de la utilidad neta final y en el caso del Estado, de los impuestos, por tanto al presentar las cifras en términos del indicador EBITDA no se está siendo responsable con todos los partícipes de la organización. De todo esto, lo reprochable es que mediante ciertas artimañas, se diga que la compañía va bien cuando puede estar en una situación financiera penosa.

“Estamos generando una gran rentabilidad

Otra mentira de muchos gerentes es decir “Estamos generando una gran rentabilidad”, pero lo cierto es que se gana dinero porque no se paga todo lo que se debe en impuestos. Por ejemplo, hace algún tiempo fui miembro de Junta de una empresa de un sector en el que la rentabilidad sobre ventas media era del 6%, sin embargo encontré que el gerente presentaba una rentabilidad del 15%, con lo cual me atreví a preguntarle por qué obtenía tan buenos resultados, me aclaró que manejaba dos contabilidades, una de gestión y una tributaria, es decir que tenían dentro de esta última esa famosa planeación tributaria que incorpora gastos en la actividad propia de la organización, cuando en realidad no lo eran. Compraban facturas a amigos para poder dejar cuentas por pagar, sumaban otros rubros como gastos de las casas de la familia propietaria de la empresa y asesorías técnicas. Al presentar esa cantidad de gastos, los impuestos se reducían sustancialmente y por esa razón subía la rentabilidad. Desafortunadamente, gerentes de este tipo son más comunes en Colombia de lo que pensamos, gastan más tiempo en ver como no pagan impuestos que en hacer crecer su organización de una manera sana.

“Tenemos dificultades…pero vamos bien”

Con referencia a los resultados de la organización, otra mentira que se les escucha con frecuencia a los gerentes para no generar preocupación en los accionistas es “Hemos tenido dificultades económicas menores pero en general vamos bien”, y para sostener la mentira maquillan los balances, buscando mecanismos para poder colocar deudas de corto plazo en el largo plazo y así quitar la presión del endeudamiento en las conversaciones de su Junta Directiva.

Amistades peligrosas

También a partir de los resultados hay otra mala práctica que es la de entablar un vínculo de amistad muy peligroso entre el gerente, el contador y el revisor fiscal. He tenido que asistir a escenas grotescas donde el revisor fiscal permite a los contadores hacer cosas más allá de lo legal con el ánimo de apoyar al gerente general en su cuestionable gestión y este termina pagando estos favores al revisor fiscal, ya sea con otro tipo de contratos o con dinero personal.

En mi experiencia, muchas veces en importantes empresas, la presentación de estos “resultados”, no solo logra pasar el filtro de la Junta Directiva, sino llegar a la Asamblea General de Accionistas y así a los medios de comunicación. Los directivos hablan de resultados que realmente no han obtenido del todo en sus organizaciones con el ánimo de hacer un buen marketing y atraer más clientes. En ese sentido la realidad es aplastante, pues cuando se desea profundizar en estos malos manejos y enderezar el camino de un gerente mentiroso, es muy complicada la situación.

Un caso para compartir

Para ilustrar esta situación, estuve en una organización en la cual permaneció un gerente que estuvo alrededor de 10 años y cada año se mencionaba en la Asamblea General de Accionistas, el crecimiento espectacular en ventas, la rentabilidad de la organización, unas muy buenas utilidades a los accionistas y hasta informes favorables de responsabilidad social empresarial. De un momento a otro él salió de una manera no prevista por nadie y nos dimos a la búsqueda de un nuevo gerente, la primera solicitud para él fue que nos diera su diagnóstico de la administración anterior y fue aterrador. Todos los miembros de la junta nos sentimos engañados, consternados e impotentes ante lo que ese informe decía. El anterior directivo nos había engañado durante toda su administración, había cometido fallas desde la producción hasta el servicio al cliente, había demandas que no conocíamos, problemas de impuestos, entrega de dividendos sin realmente haber utilidades, balances maquillados. La Junta Directiva se preguntó si este engaño se debía ventilar ante la justicia, sin embargo, este gerente sabía perfectamente lo que hacía  y dejó cubiertas todas sus continuas faltas, si bien no frente a la moralidad sí frente a la ilegalidad, lo que demuestra que se dedicaba más tiempo a hablar con los abogados que ha ejercer un verdadero liderazgo.

El ego es el peor consejero de los directivos

Dirigir con mentiras es un vicio que se genera muy sutilmente y que va creciendo de una manera sorprendente, usted puede iniciar con una mentira blanca de esas que no hacen daño y empezar en un espiral hasta llegar a un momento en el que ya no se sabe qué es realidad y qué es ficción. Esta situación fue la del sonado caso de Parmalat, cuyo presidente Calisto Tanzi, inició un proceso de mentira cuando se puso como meta convertir su compañía en la más importante de Italia, con ese fin inició un proceso de diversificación más allá del que podía registrar. Su primera mentira fue con los bancos para buscar créditos, entonces maquilló los balances, posteriormente como necesitaba liquidez, decidió buscar inversionistas y la mentira fue comprar una empresa que cotizara en bolsa para que Parmalat figurara como cotizando en bolsa, mentiras fuertes en busca de un objetivo en el que fue perdiendo su rumbo.

Como una reflexión para todos nuestros líderes empresariales es que ante todo, su cualidad primordial debe ser la de una conducta intachable y recta, porque el ego es el peor consejero de los directivos.