La Crisis de las Escuelas de Negocios

En el presente artículo, el autor nos muestra una serie de reflexiones con respecto a la responsabilidad que tienen las escuelas de negocios en el proceso de formación de un directivo comprometido con las personas y la comunidad.

Por Herberto Rodríguez Regordosa

La empresa contemporánea tal y como la conocemos, es un invento relativamente reciente; es producto de la Revolución Industrial y de los sistemas de mercado que se desarrollaron a partir del siglo XVIII apoyados en el pensamiento liberal de Adam Smith.

Algunos de los oficios medievales que posteriormente se convirtieron en profesiones modernas, como el ejercicio del Derecho o la Medicina; crearon paralelamente sus escuelas de formación profesional y organismos colegiados para regular el ejercicio de sus actividades. La historia de las “Business Schools” comenzó con la fundación de Wharton (1881) y fue seguida por Chicago (1898), Berkeley (1898), Tuck (1900), Northwestern (1908) y la emblemática Harvard Business School también en 1908; sin embargo considerar a la Dirección de Empresas (ó “Management”) como una profesión, ha sido ampliamente debatido y no se han generado consensos ni organismos colegiados que regulen esta “profesión” directiva.

En un inicio las Escuelas de Negocios ensamblaron programas con mucho contenido práctico y poco contenido teórico; la “Ciencia” de la dirección comenzó a desarrollarse conforme los primeros pensadores, conocidos hoy como los clásicos, escribieran sus primeras reflexiones sobre la dirección y administración de las empresas. Taylor, Fayol, Mayo, Barnard y Drucker  plasmaron sus ideas  y sentaron las bases para que el fenómeno de la vida de las empresas fuera estudiado más en serio. Alrededor de 1930, se realizó el singular experimento sobre productividad en la planta Hawthorne de la Western Electric Company el cual arrojó datos tan intrigantes que detonó un gran movimiento que atrajo a grandes académicos a estudiar a fondo los problemas de las empresas.

A pesar de lo anterior, todavía a mediados de del siglo pasado, la enseñanza en las Escuelas de Negocio continuaba siendo anecdótico, carecía de rigor y de un pensamiento propio de la disciplina. En 1959 la Fundación Ford y la Corporación Carnegie realizaron estudios y sus conclusiones fueron muy críticas con la educación directiva en Estados Unidos. Ambos estudios provocaron cambios importantes en el contenido y exigencia en los programas de negocios; académicos de primer nivel de la Economía, la Sociología, la Ingeniería y la Psicología fueron contratadas por las escuelas para fortalecer su pensamiento, su rigor académico y soportar la investigación. Hubo grandes resultados y aportaciones al mundo empresarial; grandes ejemplos son: el modelo de estrategia y de las cinco fuerzas de Porter; el desarrollo de las fianzas corporativas; y el potente pensamiento en comportamiento organizacional. Sin embargo hoy existe una fuerte decepción en el mundo directivo que siente que las Escuelas de Negocios se han vuelto muy teóricas y que se han alejado demasiado de la realidad empresarial.

Las crisis provocadas por la irresponsabilidad directiva en empresas como Enron, AIG, Lehman Brothers y la propia Merryl Lynch, han levantado además una preocupación social sobre la clase de directivos que se está formando; personas muy preparadas para maximizar los beneficios (a veces más los propios) pero carentes de una visión ética y de responsabilidad en su labor directiva. En particular el modelo de la tradicional Maestría en Administración (MBA por sus siglas en Inglés) ha hecho excesivo énfasis en ser una inversión que se rentabiliza por el crecimiento futuro en los ingresos del participante y este ha sido es el mayor argumento de venta y el criterio que más pesa en los rankings tan temidos y respetados por todos.

Hoy las Business Schools se encuentran cuestionadas por la sociedad pero también en un proceso de reflexión y auto-crítica para hacer los cambios que sean necesarios para lograr represtigiar el mundo directivo y empresarial.

Creo que un buen inicio es volver a lo básico. Entender a la Empresa como una comunidad de personas que, si bien busca fines económicos, también tiene fines sociales a los cuáles no puede renunciar. La dirección consiste en llevar a ese grupo humano a cumplir sus mejores fines (Crear Valor) al mismo tiempo que se respeta y engrandece  la dignidad de las personas. La dirección es una vocación de servicio muy particular que requiere talento y por supuesto mucha formación teórica y práctica. A mi parecer, la dirección de empresas es una actividad con mucho más contenido político que técnico que requiere el desarrollo de la virtud de la Prudencia.

Dirigir es más un arte que una ciencia. Los mejores conocimientos en finanzas, economía, ingeniería o psicología son necesarios pero no suficientes para dirigir a las empresas. Concibo el arte de dirigir como la capacidad de diagnosticar, elegir y sobre todo realizar el futuro. Los directivos son personas orientadas a la acción pero con bases muy fuertes de reflexión.

Comparto totalmente la visión de Antonio Valero fundador del IESE en Barcelona, sobre la importancia de apostarle a formar directivos como personas responsables y como verdaderos políticos de empresa; al final las empresas son lo que las personas que las dirigen.

 

herberto.rodriguez@upaep.mx
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